miércoles, 24 de octubre de 2012

Otras imágenes que evidencian la tensión cultural entre lo regional y lo global.

Las ciudades se proyectan en relación a los factores, políticos, sociales y económicos y signo de esta evolución es un tipo de arquitectura de edificios emblemáticos, como palacios de congresos, museos, edificios deportivos, etc. y frente a las demandas de capital se reduce la ciudad a un espacio abstracto. La ciudad puede quedar como obra de arte.







La arquitectura del paisaje es conocida como la disciplina que se ocupa del diseño del espacio abierto, desde jardines privados a espacios urbanos públicos.
La arquitectura del paisaje se ha sustraído hasta ahora al ingenio: cada ciudad -no
importa lo grande que sea- ha emergido de su paisaje, sobre su suelo específico, en su zona de clima particular, en una determinada atmósfera, con una historia singular… Todo esto proporciona a cada ciudad sus formaciones de tierra, tipos de vegetación, colores, estados de ánimo, olores, costumbres y edificios únicos. A escala territorial, también el paisaje puede, por tanto, convertirse en un valor común que proporcione a los habitantes de ciudades vecinas un activo que puedan ver y sentir, y que genere una identidad compartida. Es decir, una perspectiva común, atractiva y seductora a los sentidos, atenta a las aplicaciones puramente técnicas de una economía de recursos, adaptada al clima y a la vida cotidiana.




La calle es la expresión social por excelencia de la ciudad, y podríamos decir también que en la calle se ha escrito la historia pública de nuestras ciudades.

Partiendo de este aspecto esencial, la recuperación de la calle, la reconquista de la ciudad, se plantea como una condición necesaria –no suficiente- para revitalizar el espacio urbano, para reactivar la ciudad en sentido social, económico y cultural, para recuperar los valores cívicos de la calle. Es la única posibilidad de supervivencia de la vida urbana.

La calle ha sido siempre el espacio del intercambio y la sociabilidad, también el espacio que comunica y sirve a la movilidad de las personas y los bienes.

Antes de la aparición de los vehículos automóviles, la calle albergaba actividades de sociabilidad y al tiempo, servía a los desplazamientos. Es precisamente a partir del primer tercio del siglo XX cuando disminuye la sociabilidad, precisamente cuando se da prioridad a la movilidad motorizada y se rompe el equilibrio existente hasta ese momento.




El espacio público de nuestras ciudades está en un proceso de aguda crisis, que afecta a la esencia misma de la ciudad.

La calle, además del espacio creciente sin ley del automóvil, se ha convertido en la extensión de muchos negocios privados,  -algunos de pésimo gusto arquitectónico-  y en el vertedero de todos los residuos, también los artísticos. La calle como taller de construcción, con sus hormigoneras y acopios de materiales para reformas privadas, la calle como almacén rodante, donde se depositan miles de toneladas de mercancías cada día, la calle como escenario de aparentes muestras artísticas o deportivas que no son más que la mercantilización de la vida cultural, la calle como escenario de la peor escultura, del peor mobiliario, de la peor publicidad...




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