viernes, 9 de noviembre de 2012

ACTIVIDAD No. 8 TRABAJO COLABORATIVO No. 2


INTRODUCCIÓN
Con el presente trabajo pretendemos dar un vistazo general desde la identificación del concepto de expresiones culturales y convivencia tomando las expresiones científicas y humanísticas, el impacto de las expresiones culturales, la convivencia, los valores, principios, convicciones, la moral y la ética tendiendo a formar una mejor sociedad.
La unidad 2 del modulo de Convivencia y Expresiones culturales hace referencia al concepto de convivencia en referencia con la cultura. Señala aspectos como la moral, la responsabilidad, los valores y principios, la política, el estado, la familia, la educación que tiene que ver con que se logre o no una convivencia pacífica. Las últimas lecciones hablan del discurso de Gaitán y de cómo a través de la oratoria y la piscología colectiva presentaba propuestas u oraciones para llegar a la convivencia.
Miraremos las culturas hibridas, como la apropiación de costumbres extranjeras, a través de los medios de comunicación como la televisión, distorsionando el concepto de cultura, donde la juventud al no mirar su historia se mantiene indiferente ante el futuro, sin posibilidades de ser escuchado ni tenido en cuenta por los gobiernos, manifestando pérdida de identidad y sentido social.
"La educación formal necesita la televisión y los ordenadores para vincularse con la vida cotidiana de los estudiantes" argumenta Canclini[1] "Pero desde el control remoto y desde el ratón hay que organizar la diversidad cultural donde se desarrollen opciones de vida inteligente". Esta función siempre será del profesorado. García resalta la influencia del cine como un medio que podría resultar beneficioso si se utilizara en la educación porque es un arte que despierta el interés de las nuevas generaciones.
Y concluiremos con papel que tiene los derechos humanos en la convivencia, La importancia que depende del simple hecho que todos somos iguales y pertenecemos a una sociedad que aunque se encuentre dividida políticamente en países y estados sigue siendo una comunidad única en la cual todos tenemos una labor que cumplir para lograr el mejoramiento del mundo entero o por lo menos evitar su destrucción.
La problemática socio-política que se está viviendo actualmente en Colombia nos demuestra que en este país la intolerancia, falta de ética y la violación a los derechos humanos aumenta cada vez más, evitando toda clase de manifestaciones que pueda ayudar a recuperar la confianza y el cumplimiento de los derechos del Hombre.






OBJETIVOS

1.    Comprender la relación expresiones culturales y convivencia

2.    Reconocer conceptos como ética, moral, valores, y su importancia en nuestra vida diaria.

3.    Identificar la incidencia de las diversas expresiones culturales en la convivencia y desarrollo socio político del país.

4.    Analizar otras visiones acerca del impacto de la globalización en las comunidades hibridas como el planteamiento de García Canclini

















ACTIVIDAD No: 8 TRABAJO COLABORATIVO


De conformidad con la guía de actividades, La actividad se presenta divida en tres partes:

1. cuadro sinóptico (capítulo 1 de la Unidad 2), en el que se evidencia la diferencia de los conceptos centrales que aparecen al interior de cada una de las cinco lecciones.

2. Documento argumentativo (max. 3 pág,) en el que se aborda el papel de los DDHH en la convivencia, no obstante las profundas diferencias culturales al interior de nuestro país.

3. collage en que se evidencie el papel de los medios en la constitución de dichas culturas a partir de la teoría de “Las Culturas Híbridas de García Canclini”.

Por último, colgar la información en el blog individual; este es uno de los puntos del trabajo final.



PRIMERA PARTE “CUADRO SINOPTICO”

Aporte de Carmelo Miguel Galván  Doria


Aporte de Juan Manuel Gómez

  
Aporte de Ximena Yineth Rodriguez Sandoval


Aporte de ANGELA LILIANA MERCHAN




SEGUNDA PARTE “DOCUMENTO ARGUMENTATIVO”

El papel de los DDHH en la convivencia, no obstante las profundas diferencias culturales al interior de nuestro país.

"Colombia es un desastre sin remedio. Máteme a todos los de las FARC, a los paramilitares, los curas, los narcos y los políticos, y el mal sigue: quedan los colombianos." (Fernando Vallejo)[2]


Esta reflexión quiere establecer un paralelismo general y contextual entre el tema que nos convoca en este trabajo colaborativo, y el presente panorama político que se desarrolla en el país, a saber, el inicio de los diálogos de paz con la guerrilla colombiana.

En cualquier relación entre personas o grupos o pueblos que pertenecen a diferentes tradiciones, e incluso a menudo entre personas o grupos que pertenecen a la misma tradición, inevitablemente ciertas formas de vida de los unos entran en conflicto con las de los otros, provocando modificaciones y reemplazos de todas o de algunas formas de vida en cuestión. En relación con nuestras circunstancias históricas, es necesario decir que el tema de los derechos humanos en el ejercicio de la convivencia en Colombia, ha sido una situación aún no resuelta en el seno de nuestra cultura. De entrada es necesario decir aunque suene sesgado y apriorístico, que los colombianos no hemos aprendido a convivir, que la convivencia en su sentido más básico, es aun hoy en día, después de varias décadas de profundo y desgarrador conflicto, una ilusión, una utopía que parece alejarse varios metros de distancia frente a cada paso o intento de alcanzarla. Tal vez el mejor testimonio de esta cuestión lo podemos encontrar en un análisis somero del conflicto político-social que padece nuestra nación ya por casi más de cincuenta años. Para lograr comprender el sentido de este problema, no es necesario hacer un análisis detallado de orden político, social, o religioso, que enuncie de forma sistémica las raíces de dicho conflicto (que de sobra se conocen y que algunos especialistas se han encargado de difundir) basta simplemente con echar un vistazo a algunas dinámicas de nuestra cultura para lograr entrever que en su mismo seno se cuecen las pulsiones y las tendencia de una intolerancia injustificada, y por ende, de una violación sistémica de los DDHH en sus diferentes estamentos. La propuesta entonces es tratar de hacer una observación a pequeña escala, a nivel micro de nuestras tendencias culturales y sociales, una reflexión crítica de nuestro ethos, de nuestra idiosincrasia en relación con el tópico de “DDHH, CONVIVENCIA Y DIFERENCIAS CULTURALES AL INTERIOR DE NUESTRO PAÍS”. Dicen algunos especialistas y expertos en materia de sociología y psicología, que las naciones con una fuerte identidad y unidad nacional, son aquellas naciones que han tenido que luchar y conquistar su soberanía frente a poderes externos. En ese sentido, en Colombia nunca se ha dado tal proceso, ya que con la excepción de las luchas de la independencia, y la guerra con el Perú, nuestras confrontaciones siempre fueron internas, nuestros enemigos históricamente siempre han sido los de la propia casa. Algunos antropólogos han creído encontrar en nuestro devenir histórico la raíz del problema que hasta el día de hoy nos aqueja, a saber, el problema de la violencia, la insolidaridad, y la injusticia, que afectan de forma directa la convivencia y propicia la violación de los DD.HH. “Los colombianos históricamente hemos dado testimonio de una cultura proclive a la violencia y sufrido el deplorable peso de su lastre para el progreso del país, como que sólo durante el S. XIX, el primero de nuestra historia, nos la arreglamos para desencadenar 8 guerras civiles nacionales, 14 locales y 2 internacionales, amén de incontables levantamientos armados, atizando así una violencia crónica que aun no concluye”

Frente a esta realidad tendríamos entonces que preguntarnos: ¿es la violencia un elemento estructural de nuestra fisionomía como pueblo, como efecto de un determinismo genético y de los condicionamientos de nuestro entorno sociocultural que nos condena a ser violentos? Aunque los especialistas en las ciencias de la conducta humana rechazan cualquier afirmación a estas preguntas, no es posible desconocer (más allá de lo económico y político) el influjo de ciertos factores endógenos, es decir, de aquellos que tienden a generar violencia desde nuestro propio interior, como individuos y como comunidad. Así, una reciente investigación sobre las causas de la violencia en el país, fuera del contexto de la subversión armada, señaló: “una mentalidad homicida se ha afincado entre los colombianos”, corolario básico de un estudio sociológico sobre la pavorosa cantidad de homicidios que ocurren en Colombia, arrojó la siguiente conclusión: que si bien se hace gran énfasis en las causas socioeconómicas de la violencia, resulta desconcertante comprobar que, pese a las muchas muertes violentas cometidas por los grupos armados, estas, según se ha dicho, no llegan a la tercera parte del total; por ello, la verdadera paz de Colombia no se alcanzará sólo con reincorporar los subversivos y demás agentes armados a la vida civil, ya que se requiere también la paz de los espíritus, para lo cual es necesaria una profunda transformación de nuestra cultura.”

Los colombianos tratamos pues, inútilmente, de armar el complejo rompecabezas de la violencia, la intolerancia, y la violación de los DD.HH, haciendo caso omiso de una cuestión que no parecen tener mucha atención por la mayoría de los ciudadanos, y es saber, el capital cultural que tanto influye en nuestra conducta sin poder tener completa su imagen, ni formular propuestas integrales para resolverla. Por ello, aunque se cambian gobiernos y partidos, se revocan congresos, se amnistían guerrilleros, se desmovilizan paramilitares, y se promulga la constitución, no se logra transformar la realidad social, ni conseguir la paz nacional.

Los Derechos Humanos en la convivencia de los colombianos juegan un importante papel desde todos los contextos; social, político, económico, religioso, laboral, pues al hablar de convivencia también hablamos de inclusión, igualdad, respeto y tolerancia. Sin embargo y paradójicamente hablamos de nuestro país donde la misma constitución es ambivalente en cuanto a igualdad se refiere, pues de no ser así, no hubiera prerrogativas para unos más que para otros, citando como ejemplo los beneficios que tiene ser indígena o ser afrodescendiente en oportunidades educativas, subsidios, servicio militar y otros más, que no son aplicables a los Colombianos pobres del Común y quienes se han convertido en los grupos sociales mas vulnerables en nuestro territorio,  quienes nunca fueron despojados de sus tierras porque jamás la tuvieron,  a pesar de ser una inmensa mayoría, no tienen el poder económico que les pueda dar un reconocimiento en la sociedad.

Actualmente la convivencia social es poca y en algunos casos inexistente, a causa de una equivocada formación de valores principalmente desde la familia,  originando en consecuencia una actitud violatoria de los derechos humanos. Siendo el respeto y la tolerancia los valores fundamentales para el ejercicio del bien ciudadano, evidenciamos la violencia en las calles, la violencia en el monte y la violencia a través de las instituciones oficiales constituyéndose en un caldo de cultivo para el desconocimiento, violación  e inaplicación de los Derechos Humanos.

Es indispensable iniciar la culturización y educación en todos los niveles,  analizar algunos de los retos de la formación cívica y ética en la básica primaria y secundaria, partiendo de un programa construccionista, donde el ambiente escolar sea modelo de aplicabilidad de los asuntos éticos que involucran: la multiculturalidad, la perspectiva de género y el compromiso con la vida, entre otros.  Requerimos reflexionar sobre los valores de la convivencia que se ven implicados: la libertad, la igualdad, la equidad, la tolerancia, la justicia, el respecto a la vida, basándonos en la carta magna de la CPC[3] la cual cobija y protege a todos por igual, pero muchas veces es desconocida o mejor ignorada por una gran mayoría, que solo atiende a sus derechos des conociendo sus deberes para garantizar el derecho de sus semejantes. Al desaparecer la línea imaginaria de respeto de los DD.HH.[4], se hace necesario implementar algunas normas que permitan la convivencia armónica y de paz, causándose el desequilibrio cuando una de las partes vulnera o afecta los derechos de sus congéneres.

Haciendo referencia expresa de la convivencia, se necesita una básica conciencia cívica que lógicamente solo puede alcanzarse a través de una suficiente educación en cultura ciudadana, conducente a la vida sin atropellos y en armonía entre los conciudadanos.
¿Cómo podemos hacerle comprender a un costeño parrandero apoyado de un equipo de sonido de alta potencia, residente y vecino de un conjunto residencial, que sus parrandas deben tener un horario y los gritos pachangueros sobresalientes a los decibeles de su música deben guardar un bajo tono?, ¿Cómo podemos exigir a otros que no se colen en una fila, o que cedan el puesto del bus a una persona anciana o a una mujer embarazada, no apagar los celulares cuando estamos en cine, volarse los semáforos en luz roja, escribir sobre las paredes sin importar a quien pertenezcan o en las puertas de los baños públicos o institucionales, no practicar el juego limpio, robar a otros, estafar al estado, si no es a través de una educación desde la primera infancia tanto en el seno familiar como en el ambiente escolar?

Para proteger a “unos” de los abusos de “otros” es indispensable la existencia de una autoridad que haga prevalecer, respete, salvaguarde y haga cumplir los Derechos Humanos, quedando esta, en manos del estado como garante de la igualdad y respeto de todos nosotros.

En un país como el nuestro, la tarea se complica dada la heterogeneidad de la población, las diferencias socioeconómicas y regionales, así como las distintas formas de pensar que caracterizan a la población; sin embargo la prevalencia de los derechos humanos constituye un requisito inalienable sin el cual la consolidación de una nación democrática es prácticamente impensable.









[1] Canclini, García, Néstor (1989). «Entrada. Primera Edición». Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: grijalbo. pp. 14. ISBN 968-419-954-6.
[2] Fernando Vallejo Rendón (Medellín, 24 de octubre de 1942) es un escritor y cineasta nacido en Colombia (sin poseer dicha nacionalidad) y nacionalizado mexicano en 2007. Ha recibido numerosos reconocimientos por sus obras, incluido el Premio Rómulo Gallegos y el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, y se distingue por ser un recio crítico de la Iglesia Católica, la manera de hacer política en Colombia, la falsa moral, la física y los formalismos.
[3] Constitución Política de Colombia
[4] DD.HH. Sigla universal que traduce Derechos Humanos.

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